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Transitar por una selva de cemento como Bogotá, por la Av Ciudad de Cali cuando se convierte en la Cl 127, y encontrarse con una pequeña selva de agua y naturaleza como el Humedal Tibabuyes es casi tan raro como ir caminando por La Guajira y encontrarse con un oasis. Ambas situaciones pueden ser fácilmente un espejismo. Esta selva citadina llamada Tibabuyes es, de todos los humedales, el más grande de la ciudad: tiene más de 222 hectáreas. Es como ordenar en fila seis Movistar Arena o encajar como rompecabezas dos Parques Simón Bolívar. El Tibabuyes es tan grande que fue necesario dividirlo en tres sectores, aunque no dejan de ser la misma selva.

El tercio alto está compuesto por una laguna de 1 millón de m3 de agua, lo cual la hace la más grande del humedal, y una extensión de 50 km.

El tercio medio tiene la mayor concentración de los sedimentos que despide el Río Salitre -o sea, partículas y residuos de arena, arcilla, entre otros que se depositan al fondo de los cuerpos de agua- y es la zona más profunda de todo el humedal, lo cual hace a este tercio albergar la mayor población de pato pico azul, que se refugia aquí por las construcciones en los otros dos tercios.

Y el tercio bajo es donde toda el agua del humedal llega filtrada -de esta forma los humedales cumplen la función de ser los riñones de la ciudad, ya que filtran y limpian las impurezas del agua-, lo cual hace que sea la zona del humedal con agua en mejores condiciones ambientales y propicia la mayor concentración de especies que habitan ese ecosistema; aves como el Cucarachero de Pantano y la Tingua Moteada, las cuales actualmente son especies vulnerables del humedal debido a las obras del Acueducto de Bogotá.

Y como toda selva, a pesar de estar rodeada por la ciudad, tiene sus animales. Principalmente aves, como el Cucarachero de Pantano: una pequeña especie de patas finas, cuerpo redondo y plumaje aterciopelado; y la Tingua Moteada, un ave con comportamiento de pato, más grande que el Cucarachero, de pico pronunciado y un plumaje grueso. Hace muchos años, cuando la ciudad capital del país del café no había sido consumida por el cemento, en el Tibabuyes era posible ver animales como la nutria; un espectáculo sorprendente que a día de hoy parece imposible de ver en un territorio tan agreste como Bogotá.

Monjita Bogotana: Es una subespecie endémica del altiplano cundiboyacense, esto implica que existen aves con la misma taxonomía en otras partes de Sudamérica, pero la monjita bogotana es exclusiva de esta parte del mundo. También se le conoce como: Monjita de pantano, Turpial de agua, monjita cabeciamarilla o toche de pantano.​

Cucarachero de pantano, es una especie de ave de endémica de la Cordillera Oriental de los Andes de Colombia. Suele habitar las orillas de las lagunas, los pantanos, humedales y pastizales cerca de los cuerpos de agua y parches de arbustos en áreas pantanosas, entre los 2.500 y 4.000 metros de altitud. Se encuentra en peligro crítico, por la pérdida de su territorio y contaminación de los cuerpos de aguas. Se alimenta de arañas e insectos. Suele anidar entre el primer trimestre de cada año.

Tingua bogotana: es una especie de ave gruiforme endémica de la Cordillera Oriental de Colombia, donde vive en pantanos y humedales entre los 2.000 y 4.000 m de altitud. Está amenazada por la destrucción de hábitat y la contaminación de aguas. La presencia de esta ave del altiplano cundiboyacense ha disminuido su y distribución es en zonas como: Subachoque, Cota, Tabio, Chía y Mesitas del Colegio.

El Pez Guppy es una especie invasora, originalmente del Centro América. Su esperanza de vida es de dos años. Habita zonas poco profundas y de baja corriente. Se conocen especímenes de colores rojizos, azules, verdosos o atigrados. 

La serpiente sabanera es una especie endémica de Colombia. Mayoritariamente habita en lugares húmedos y fríos como Bogotá. Se alimenta principalmente de lombrices, opiliones y otros artrópodos.

La cola de gato, también conocida como espadaña, totora, chuspata o tule, es una planta que suele crecer en áreas templadas subtropicales, principalmente en zonas pantanosas. Suele florecer a finales de cada verano e hibridarse con otras plantas como Typha angustifolia, generando una especie nueva. Se les conoce ejemplares de 1.5m, pueden llegar hasta los tres metros. Sus hojas son de entre 2 y 4 cm de ancho.

El amarrabollos o flor de cera (Meriania nobilis) es una especie de árbol endémica de los Andes de Colombia, alcanza 15 m de altura. Tronco hasta de 30 cm de diámetro. Presenta ramas cuadrangulares y pecíolos de color rojizo. Sus hojas miden 20 a 30 cm de longitud por 12 cm de ancho, simples opuestas, lámina oblongo elíptica, de textura coriácea, de color verde oscuro lustroso por encima y púrpura por el envés, borde dentado y ápice agudo.

Las Tinguas Azules son aves migratorias que se caracterizan por su particular color azul verdoso, su pico rojo y sus patas largas. Estas aves provienen de Norteamérica y viajan hacia Suramérica en busca del clima cálido y de fuentes hídricas. Llegan a Bogotá en busca de descanso y alimentación para luego continuar su viaje hacia el Cono Sur del continente.

Pero, incluso, después de que el Tibabuyes haya perdido especies animales y sobrevivido en medio de la presión de la selva bogotana, sigue siendo generoso con esta ciudad. Entre sus funciones está limpiar el agua de la ciudad como si se tratara de unos riñones apeñuscados. El Tibabuyes también es emprendedor, pues funciona como un hostal gratuito para las aves migratorias del continente que llegan a este cuerpo de agua a descansar, alimentarse y después seguir con su ruta. Y para rematar con su generosidad, este humedal es un gran sumidero de carbono, o sea, se encarga de limpiar del aire gran parte del CO2 que desprende esta ciudad de trancones interminables y quema de diesel y gasolina.

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Antes del 2018 era posible ver en la entrada del Tibabuyes un desfile de tinguas moteadas ofreciendo un espectáculo de nado sincronizado, pero a día de hoy ese desfile es de obreros, bultos de cemento y maquinaria. A diferencia de una película de Hollywood, en donde la naturaleza invade enormes ciudades abandonadas, destruyendo cimientos de edificios con raíces y plantas, este humedal fue invadido por una selva de cemento. Parques para niños, parques para ancianos -de esos en los que hacen ejercicio con tenis, sudadera Nike y un buzo amarrado a la cintura-, canchas para microfútbol y baloncesto, un largo sendero y un interminable puente a medias son el nuevo panorama que reemplaza los prados de especies polinizadoras y los antiguos árboles.

Para Sandra Patricia Bohórquez, una mujer que decidió seguir los pasos de su madre y adentrarse en el mundo del activismo ambiental, en los humedales es necesario hacer obras como filtros que les ayuden a limpiar el agua o cercas para encerrarlos y así evitar que pasen de ser hostales migratorios a baños públicos para perros y gatos. Pero hay otras obras que invaden y carcomen a estos cuerpos de agua como si fueran un hongo de cemento. El Acueducto de Bogotá, que en su misión reza "Agua para la vida, generando bienestar para la gente." y en sus valores estableció: honestidad, respeto, compromiso, diligencia y justicia, es la artífice de esta invasión de cemento contra el Humedal Tibabuyes.

Aunque también hay otro responsable. Un exalcalde bonachón, de acento pícaro, impopular pero eficiente, llamado Enrique Peñalosa, fue quien alzó las velas y ordenó descender a tierra toda la maquinaria en este humedal luego de ver a lo lejos tal extensión; todo esto mientras tenía el mano un documento que titula "Corredores Ambientales", un plan para convertir este humedal es una zona de recreación.

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Mucho antes de que el hongo de cemento empezara a invadir al Tibabuyes, por allá en el 2007, se creó un decreto, el Decreto 624, el cual fungía como caparazón para los humedales y así evitar que allí se hicieran obras duras -con maquinaria y afectación ambiental-. Pero cuando el alcalde"impopular pero eficiente", en su última alcaldía, por allá en el 2017, creó el Decreto 565, destruyó el caparazón de los humedales y dio vía libre al proyecto de "Corredores Ambientales" al permitir las obras duras en los humedales.

El panorama del Tibabuyes lucía difuso y muy nublado mientras las bulldozer se veían cada vez más cerca. Sin embargo, tomó un leve giro cuando, por allá en el mes de agosto del día 2 y del año 2018, Sandra Patricia Bohórquez denunció el decreto del impopular Peñalosa para evitar estas obras que ya habían empezado.

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La ambientalista Bohórquez cree que reformando una ley, la Ley 99 de 1993, creada para la conservación ambiental, se puede volver a acorazar a los humedales para futuras invasiones de cemento, ya que la que está enfrentando el Tibabuyes lo tiene en cuidados intensivos y es IRREVERSIBLE. A diferencia de Bohórquez, Laura Peña, otra ambientalista e integrante del colectivo Somos Uno, piensa que siempre se puede hacer algo para ayudar al humedal; que aunque ya se hayan hecho varias obras es posible retirar algunas y permitirle al humedal recuperarse por si mismo.

Otro movimiento habilidoso que Bohórquez ha pensado, es frenar las obras debido al puente que están haciendo, aún a medias, el cual mediría más de 1km, y considera que sería un recorrido interminable para los peatones que podría exponerlos a situaciones de inseguridad, tal como ha ocurrido con otros puentes de esta selva de cemento. Además, este inconveniente puente es la razón por la cual, al parecer, esa ave redonda, de patas finas y plumaje aterciopelado, o sea, el Cucarachero de Pantano, desapareció. Una gran derrota para el cucarachero, ya que se fue a lo más recóndito del oasis para escapar de la agresividad citadina; hasta que un monstruo de metal y llantas que escupe cemento lo alcanzó.

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Para Bohórquez solo queda una opción: proteger el futuro de los humedales para no repetir la trágica invasión al Tibabuyes ni la triste derrota del Cucarachero de Pantano. Y para Peña también hay otra: intentar retirar la mayor cantidad de material de obra que se pueda y dejar el tiempo sane al Tibabuyes.

Bohórquez se reunió con un gran equipo de profesionales afines al tema ambiental para buscar nuevas oportunidades que ofrecer al Tibabuyes y a la alcaldesa de Bogotá, Claudia López, una rola de pañoleta fucsia y megáfono en mano. Pero las alternativas no han sido  suficientes y el hongo de cemento avanza por el humedal, amenazando con pasarlo de cuidados intensivos a cuidados paliativos. La denuncia de Bohórquez y el enredo con la protección del Humedal Tibabuyes han tenido diferentes respuestas de diferentes autoridades.

La Contraloría General de la Nación, la Secretaría Distrital de Ambiente y la Procuraduría General de la Nación se han manifestado de forma progresiva sobre las afectaciones ambientales que el Humedal Tibabuyes ha sufrido debido a las obras del Acueducto de Bogotá, pero a día de hoy las obras continúan y no se ha tomado ninguna decisión clara, ya que, al parecer, el mayor problema ha sido el detrimento patrimonial que sufriría la Alcaldía de Bogotá.

La invasión de cemento al Tibabuyes y las misiones fallidas de varias entidades para protegerlo, dan pie a cuestionar si es difícil conservar y proteger estos hostales migratorios y si las alcaldías de paso ven como una prioridad resguardar los pequeños riñones verdes que alivian el malestar bogotano.

 

Bohórquez ha trabajado en proyectos ambientales y de protección hacia los humedales con la Alcaldía de Bogotá, y considera que hay muchas alcaldías a las que sí les importa, pero no a todas. Con la alcaldía de Lucho Garzón dice que todos los acuerdos de protección ambiental quedaron en cuentas verdes.  Con el exalcalde Samuel Moreno también hay un chulo verde con los acuerdos. Con el entonces alcalde Gustavo Petro, hoy Presidente de la República, considera que los acuerdos ambientales se cumplieron entre un 70% y 80%, pónganle una verde algo viche. Con la posterior administración de Enrique Peñalosa no se cumplieron los acuerdos porque no hubo ningún acuerdo, tiene cuentas rojo carmesí. Y con la actual administración de Claudia López se lograron establecer unos acuerdos para proteger el medio ambiente, pero no los ha cumplido: rojo puro.

En cambio, Peña considera que puede haber algunas personas dentro de los gobiernos que se interesen por el medio ambiente, pero finalmente las agendas políticas van primero y donde manda capitán no manda marinero; en esta historia el Tibabuyes es un marinero. Peña no ha visto el primer gobierno que priorice la protección de estos espacios naturales, ella califica con un rojo de decepción a las alcaldías de paso.

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Sin embargo, a pesar del poco apoyo que el medio ambiente recibe de parte de los gobernantes, para Laura Peña la defensa del Tibabuyes ha traído buenas iniciativas como el colectivo "Somos Uno". Esta fundación ha desarrollado diferentes proyectos en el barrio Ciudadela Colsubsidio como huertas y tratamiento de residuos; un toque de verde y vida en medio de los edificios ladrilludos de las zonas residenciales, un privilegio que se conoce como ecobarrio. Aunque para Laura Peña esto no es más que recuperar la memoria ancestral a través del tejido social.

Defender estas selvas de agua y vida en medio de la gran selva de cemento y caos es difícil debido a un virus que lleva contagiando la vida desde tiempos de Poncio Pilato: los intereses económicos, tal como Judas vendió a Jesus. Bohórquez, tras su largo trabajo con los humedales, ha identificado cómo las empresas inmobiliarias le quitan terreno a los humedales para construir casas o apartamentos y venderlos con eslóganes como "Viva en el proyecto de mejor valor ambiental, con el cual va a poder ver el Humedal Tibabuyes desde su balcón". Con esto las inmobiliarias logran venderlos no por 30 monedas de plata, como hizo Judas, sino aumentando hasta 25% su precio.

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Así como desde el activismo ambiental con un corte académico y técnico, como el expuesto por Bohórquez y Peña, se ha defendido el Humedal Tibabuyes para evitar que los intereses económicos corroan ese espacio de naturaleza que le da un respiro a Bogotá, también desde un activismo más ancestral se ha luchado por la defensa de este territorio sagrado que desde el Cabildo Indígena Muysca de Suba se conoce como la Chupqua Sagrada del Tibabuyes.

 

Juan Nicolás Triviño Cabiativa es miembro fundador de la Guardia Indígena Muysca de Suba, naturalmente es integrante del Cabildo Indígena Muysca de Suba, cabildo en el cual su hermano, Jeison Triviño Cabiativa, es Gobernador. Nicolás ve en la Chupqua Sagrada el útero del pueblo muysca que representa la historia de sus orígenes, los conocimiento compartidos a través de la tradición oral narrada por sus abuelos y los abuelos de sus abuelos. Para él, las obras en el humedal son un irrespeto sistemático en contra de la memoria de su pueblo, es algo que va más allá de proyectos ambientales o ambiciosas ofertas de proyectos de vivienda. A pesar de todo esto, la lucha desde la comunidad se ha dado, lucha no solo desde el cabildo sino también desde quienes conviven con el cabildo, aunque no faltan las personas que aceptan las obras en el humedal para tener acceso a un parque. Nicolás ve en las autoridades como la Alcaldía de Bogotá una administración que en elecciones utilizó su lucha -la lucha del cabildo- para obtener votos, pero que ahora, con el daño ambiental que las obras están causando en el Tibabuyes, pasó a ser un ente sordo que ha ignorado su palabra y su dignidad. A pesar de tener un panorama tan desolador como este, Nicolás, remembrando la memoria de su padre, José Nicolás Triviño Cuellar, quien también fue uno de los creadores de la Guardia Indígena Muysca de Suba, sigue confiando en la lucha de su comunidad como una familia que pervive.

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Alejandro Samaca, quien es indígena muysca, abogado, miembro de la Guardia Indígena Muysca de Suba y Autoridad Ambiental del Cabildo Indígena Muysca de Suba, ha luchado siempre por la defensa de su Chupqua Sagrada y actualmente libra una batalla contra la burocracia y la incompetencia de las autoridades que están dentro del problema ambiental del Humedal Tibabuyes. Este humedal, que para muchas personas puede ser esa simple selva en medio de Bogotá, bonita a la vista, perfecta para sacar a pasear al perro o hacer ejercicio, para Samaca y su comunidad es un territorio de gran importancia que, incluso desde el significado de su nombre como territorio de los señores del antigua clan Buya, es el viemtre de vida y muerte para los muyscas. Samaca lleva mucho tiempo estudiando los problemas que tienen las obras en el humedal y las irregularidades, las cuales ha denunciado y las autoridades como la Secretaría Distrital de Ambiente y la Contraloría General de la Nación le han dado la razón; pero ninguna ha actuado de forma efectiva frente a esto que, para él, fue volver mierda el humedal. Tras esta lucha Samaca solo ve como último opción tomar medidas penales para que los responsables de todo esto paguen por el daño que le ocasionaron a la Chupqua Sagrada de Tibabuyes. Por otra lado, este valiente líder ambientalista indígena, describe a la Chupqua de Tibabuyes como un territorio sagrado en donde se realizan cultos como el de La Niña Huitaca, ritual especial para la cultura muysca. En esta gran laguna logran una gran conexión espiritual al nacer y al morir siendo hijos del agua. 

Tomado de: Cabildo Indígena Muysca de Suba

Cabildo Indígena Muysca de Suba
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